La chicharra
La Chicharra: Las Rondas “revientan cantando”.
Los tiempos cambian y las modas con ellos surgen, se crean y desaparecen. Las necesidades de los vecinos motillejanos son así mismo cambiantes, y la actual globalización pone en peligro a cualquier manifestación cultural sea ésta del género que sea. La Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Motilleja y la Asociación EtnoMancha se propusieron iniciar una nueva andadura con el fin de ofrecer a todos los vecinos del pueblo, visitantes y turistas veraniegos una fiesta en la que el intercambio cultural de gentes y músicas fuese el leit motiv de la misma, así como la recuperación de elementos festivos tradicionales en una nueva fiesta actual que debía ser enormemente divertida y abierta, adaptada a los nuevos tiempos. Esta fiesta se programó para que se llevara a cabo anualmente en el mes de julio, el fin de semana previo a las fiestas patronales en honor a Santa Ana, formando así parte también de las fiestas motillejanas más esperadas del año y sirviendo de antesala a las mismas. En un primer momento se pensó en reunir a diferentes rondas o grupos de músicos de pueblos vecinos, de comarcas cercanas, e incluso de otras regiones españolas, de tal manera que, además de la fiesta, este evento sirviera para dar a conocer a la Ronda de Motilleja y promocionar a la propia localidad. Se le puso el nombre de La Chicharra (original ¿verdad?) por ser un animal muy popular en la zona que canta en los cálidos veranos manchuelos “hasta reventar”, y que, precisamente, es lo que hacen los músicos cuando se juntan en esta fiesta, al decir de algunas gentes que la ven desde lo alto: “míralos, parecen chicharras, no se cansan nunca, tocan y cantan sin parar”.
En julio de 1999 se organiza, por primera vez, La Chicharra, revienta cantando, invitando a rondas de pueblos de la zona que están a punto de desaparecer, y alcanzando un éxito que sorprendió a propios y extraños, lo que dio el pistoletazo de salida para la programación de esta fiesta con carácter anual. En el año 2.000 es la Ronda de Los Llanos la encargada de su organización, a partir de ahí es la Asociación EtnoMancha, la que se hace al cargo del mantenimiento de la fiesta. Desde entonces, se ha venido realizando consecuentemente todos los años hasta la actualidad en la que se puede decir que está perfectamente consolidada e instituida, formando parte ya del calendario tradicional festivo del pueblo de Motilleja.
Durante los tres días que dura La Chicharra las Rondas participantes recorren las calles y bares del pueblo tocando, cantando y bailando a cualquier hora y en cualquier lugar. Es una fiesta participativa, abierta al visitante y con un simple sentido lúdico y espontáneo. El objetivo es divertirse, es divertir. Hasta Motilleja llegan músicos de La Manchuela, de Albacete, de la región o de cualquier punto de la geografía nacional, quienes muestran sus músicas, sus cantos, sus bailes y se integran en los de los demás. En general, cualquier persona que tenga un instrumento en la mano, se eche unos bailes o simplemente acompañe en el beber a cualquiera de las Rondas se siente como un “rondero” o rondador más.
El viernes, con la llegada del anochecer, los músicos de la Ronda de Motilleja comienzan a recorrer las calles y los bares de la localidad anunciando la llegada de la fiesta. El recorrido termina con una verbena popular en la Caseta Municipal a las 22.30 horas. Se realiza baile suelto (jotas, seguidillas, fandangos, torrás, rondeñas, etc.) en el que, tanto quien sabe como quien no, baila o intenta bailar y aprovechar el momento para aprender los pasos básicos de cada baile. Después la Ronda continuará con su actividad hasta el amanecer.
La mañana del sábado está dedicada al recibimiento de los grupos musicales invitados quienes, con el paso de las horas, empiezan a tomar las calles y los bares con sus instrumentos y sus músicas tradicionales, iniciando así un recorrido que en muchos casos no terminará hasta el día siguiente. Por la tarde las Rondas están ya en pleno apogeo, uniéndose a la fiesta amigos y visitantes quienes van dando rienda suelta a sus impulsos lúdicos y festivos en torno a la música y el baile tradicional.
Tras un ligero descanso para reponer fuerzas, se inicia la verbena tradicional en la Caseta Municipal donde participan todas las Rondas invitadas junto a la Ronda de Motilleja que se suele alargar hasta que el baile se va deshaciendo por agotamiento de músicos y bailadores. Alrededor de la una de la madrugada los músicos comienzan a recorrer los bares con sus músicas y cantos, mezclándose entre sí los músicos de los distintos grupos. La algarabía y el desorden controlado se apoderan de la fiesta, convertida ya en un espectáculo espontáneo en el que cualquiera puede participar, y cada músico con su instrumento se va juntando a cualquier Ronda, coincidiendo pocas veces con la de uno mismo. La fiesta se alarga durante toda la noche o hasta que los cuerpos aguantan, y cuando los primeros rayos del sol, dominical ya, se abren paso, una buena lumbre y suculentas viandas para asar sirven para reponer las agotadas fuerzas de músicos y amigos.
La mañana del Domingo tiene una doble versión, que depende mucho de las épocas de sequía y de la espontaneidad que gobierna parte de esta fiesta:
En la primera de ellas, y menos usual, Las Rondas van despertando a aquellos músicos que decidieron dormir algunas horas. Sobre la 13h. la fiesta se concentra en la Plaza Mayor de Motilleja donde los músicos vuelven a rasguear sus instrumentos y las voces de los cantantes se esfuerzan por afinar sus últimas coplas. Algunas mujeres agasajan a los músicos con gastronomía típica del lugar y alguna refrescante “cuerva” Y así hasta la hora de comer en la que, a su final, las Rondas comienzan a guardar los “guitarros”, echando en la Plaza Mayor las “penúltimas seguidillas”.
La segunda versión, es la más tradicional y arraigada en el pueblo. Los habitantes y visitantes de Motilleja tienen la oportunidad de “vengarse” de La Ronda, ya que se celebra la Mañana del Agua. Con esta actividad llegan a la Plaza sobre las 13’30h. de la mañana diversos remolques cargados de agua, en ellos se aprovisiona la gente usando cubos e inicia una peculiar “batalla de agua” que no impedirá que la Ronda de Motilleja continúe con sus cantos, a la vez que la población intentará acallarlos a base de agua.
En ambas versiones de la fiesta con la llegada del atardecer las Rondas y visitantes se despiden y van abandonando la localidad con la sensación de haber vivido una experiencia inolvidable y con la esperanza de, al año siguiente, en Motilleja, volver a emular a la chicharra, ese animal que, en los tórridos veranos manchuelos, revienta cantando…